Cendrillon
Prologo
En el cielo cubierto por el dosel azul de la medianoche, la luna asciende, brillando con fuerza. Los pálidos rayos de luz de luna iluminan la tierra, la superficie del lago, y dos siluetas surgen.
Dos personas… un muchacho y una muchacha, observando atentamente los nenúfares que cubrían el lago.
Hoy hay luna llena. Los nenúfares que florecen sobre el lago de las almas desraízan los espíritus transmigratorios de los humanos, en el eterno ciclo de la vida y de la muerte, purificándolos, transformándolos en mariposas dentro del capullo de una flor de la que brotarán al florecer. Esas mariposas descenderán sobre la superficie abierta del agua, y bajarán a la tierra.
- Increíble, a este paso florecerán muchísimas.
La voz del muchacho, dejando entrever su júbilo, resonaba como hablando para sí.
Sobre cabellos dorados como esos brotes de trigo que uno se esfuerza por no recolectar, portaban sendas coronas de laurel. Vestían togas blancas y límpidas, y aunque su apariencia era muy parecida, el muchacho tenía el porte de un joven inteligente, y la muchacha tenía el aspecto de una joven femenina.
La muchacha se inclinó sobre la orilla del lago, acercándose a los nenúfares con expresión melancólica.
- Es precioso… el resplandor de la vida es sumamente hermoso. Pero es una luz muy pequeña y frágil. No pueden compararse con las estrellas, mucho menos con la luna.
En las cunas de las que emergen las mariposas rebosan luces tenues, cada una de color diferente. Matices variados que no encontrarías ni cortando en tantos trozos como puedas los siete colores de un arco iris, y hasta su fulgor era distinto, como la luz de las estrellas.
- Por qué insistir en conseguir como recipiente un cuerpo humano cuando se tiene un resplandor tan hermoso…
- …
Ante el soliloquio de la muchacha, pendiendo entre la fascinación y la tristeza, el muchacho guardó silencio. Al poco tiempo, de la luz de un nenúfar floreciente se formaron unas alas; luego otras dos, y echaron a volar, aleteando sus escamas brillantes, danzando en el aire mientras dejaban atrás la flor. En el interior del nenúfar, el muchacho encontró dos brotes entrelazados en su tallo.
- Mira. Seguro que estas dos almas se juraron enamorarse la una de la otra sin importar cuantos mundos vivieran.
Donde señalaba la punta de su dedo había un brote azul y un brote aguamarina, florecidos.
- … ¿De verdad?
- Qué desconfiada…
- Pues sentemos una apuesta. Que por muchas dificultades que encuentren, siempre encontrarán la manera de no traicionarse el uno al otro.
La mariposa azul aleteó ligeramente más rápido, y la mariposa aguamarina se alzó revoloteando, como persiguiéndola. Ambas mariposas giraban, dibujando una órbita en la forma de una doble espiral; pronto descenderían hacia las aguas abiertas, para ser absorbidas como las mariposas en la tierra.
- ¿Y cómo apostaremos?
- Veamos…
Ante la muchacha, sonriendo con picardía, el muchacho ocultó una expresión dubitativa. Sin decir una sola palabra, la muchacha observó la figura de la mariposa azul aterrizando sobre el agua. Siguiendo con la mirada a la mariposa aguamarina, que buscaba posarse en el lugar donde aquella otra mariposa sólo dejaría ondas antes de hundirse en el agua, y justo en el momento en que iba posarse en la superficie, sopló suavemente. Aunque la distancia que separaba a la muchacha era considerable, las alas de la mariposa aguamarina se agitaron, y acabó cayendo, lamentablemente, en un lugar ligeramente diferente del pretendido.
- Ala. Qué cosa más cruel has hecho.
El muchacho lanzó una protesta ingenua, pero no sonaba como si realmente pensase que era algo cruel.
Eran seres ajenos a la noción del tiempo. Un segundo puede no ser ecuánime, pueden lograr que toda una vida humana se sienta como un solo segundo y, de manera opuesta, pueden hacer que el tiempo vaya hacia atrás. Y esto es porque ellos son los guardianes del destino.
Sí, esa es la razón. Y no ven como un crimen especialmente grave interferir en las vidas humanas.
- ¿Qué te parece si nos convertimos en sus guardianes?
El muchacho, contemplativo, se acarició por unos momentos el contorno de su tersa mandíbula con los dedos.
- Lo veo bien. Yo apuesto a que, sin importar el final que encuentren, hallarán la forma de amarse.
Alzando la comisura de los labios con sus palabras, los ojos del muchacho parecían visualizar la situación.
- Pues entonces yo apostaré a que terminarán por odiarse el uno al otro.
- Eso me ha sonado muy a un “ojalá y pase”…
Exhausto, el muchacho observaba atentamente a las mariposas hundirse en la superficie del agua.
- Oye, no soy tan maliciosa.
La muchacha hinchó sus mejillas y giró el rostro hacia la misma dirección en la que miraba el muchacho. La radiante luz de la luna iluminó sus rostros.
Comentarios
Publicar un comentario