Cendrillon
Capitulo 1
En el interior del carruaje, cuyo vaivén uno difícilmente podría decir que se acercaba aunque fuera mínimamente a la comodidad, Cendrillon dejó la conciencia volar en un breve sueño.
Surge en el cielo del Este lo que parece ser una luna, similar a la que tantas veces soñara. Como resultado, las fronteras del sueño y de la realidad se vuelven ambiguas.
Otra vez este sueño, eh…
Dentro de su sueño, era una mariposa aguamarina, persiguiendo a una mariposa azul. Con suaves aleteos y su danza en el aire, la mariposa azul parecía animarla a acercarse, casi con un “ven hacia aquí”. Pronto, entre los anillos formados en la superficie del agua donde la mariposa azul se hundiera, Cendrillon también descendía sobre el centro de las ondas, el aleteo de sus alas deteniéndose lentamente.
Era sólo un instante. Un fuerte viento le agita desde el horizonte, y sus alas terminan por posarse en un punto ligeramente diferente de la superficie del agua. Llegados a este punto, le resultaba imposible moverse. Ante la visión de las ondas perpendiculares que la mariposa azul había dejado atrás, ella también comienza a hundirse, lentamente.
El agua colma completamente su visión y, resplandeciendo con brillante fulgor con la pálida luz de la luna, son escamas que bajo el agua flotan a la deriva lo último que ve, justo antes de que todo se vuelva negro. Esa oscuridad era como una sombra deslizándose hacia lo más hondo del interior de su corazón, el pensamiento que decía “yo también quería descender sobre el centro de esas ondas”. El sentimiento que, tenue, permanece en Cendrillon, clama que esto es algo aciago y triste.
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Por haberlo soñado tantísimas veces desde su niñez, no son pocas las veces que ha sopesado la posibilidad de la adivinación, ya bien por si fueran señas de algún augurio, ya bien por “¿Y si tuvieran algún significado?”. No obstante los sueños, sueños son. Una sucesión de recuerdos del pasado, mezclados con imágenes incoherentes.
Con poco más de diez años, sus intentos por descubrirle un sentido fueron, finalmente, sustituidos por una infinita desilusión; apareció en ella también un pensamiento más lógico y, al final, se desvanecieron cuando Marlene la acogió.
Los había empezado a olvidar, aquellos recuerdos de su infancia. ¿Por qué será que justo ahora le habían venido a la mente? Esta noche, en el Palacio Real, dará lugar un baile de máscaras. Puede que sea la agitación que provoca en ella la emoción de saber que, criada e instruida ella por Marlene sólo por y para este día, finalmente el día ha llegado.
— Dime, Cindy.
A su lado, un muchacho de cabellos dorados le habló a Cendrillon.
— ¿Qué quieres?
— ¿Cómo se siente haberte transformado en una princesa?
— Peculiar. Se ve que voy a hacer honor a mi nombre, como esa princesa, Cenicienta.
— ¿Sí? Pues yo creo que es de lo más idóneo para un baile de máscaras.
El joven dejó escapar una risita alegre. Su nombre era Rizal. Al igual que Cendrillon, se trataba de un muchacho acogido por Marlene. Aunque generalmente hacía las veces de lacayo a Marlene, cumpliendo sus recados, hoy acompañaba a Cendrillon como parte de su escolta.
— Vamos a ver, Rizal, si no te diriges a ella con propiedad como “princesa Cendrillon”, todo se irá al traste.
Sin darse la vuelta, una muchacha cuyos cabellos rubios se sacudían bajo el sombrero de copa le reprochó desde el puesto del cochero. La joven que actuaba de cochera se llamaba Sully y, aunque tenía la misma edad que Rizal, era algo más adulta. Dicen que las muchachas maduran más rápido que los muchachos, pero en su caso, sólo el aspecto psicológico parecía haberse desarrollado.
— Es que aunque me la vistas de seda, al final Cindy sigue siendo Cindy.
— Juju, ya, tienes razón.
Cendrillon dibujó una sonrisa forzada. Siempre sentía cierto recelo al sonreír frente a aquellos con los que se había criado como si de hermanos se tratasen. Tampoco era algo que le disgustara, pero sólo se sentía completamente segura si lo hacía tal y como Marlene le había enseñado. “A lo mejor es que cuando nací era una especie de máquina”; en secreto, con esa fría sensación se lamentaba.
— Eso no es así, ¿vale? Su pareja esta vez va a ser el príncipe, así que nada de fallos, no podemos permitirnos ni uno.
Sully les dirigió un breve vistazo. Aquella mirada estaba cargada de vigor hacia la misión.
El último baile de máscaras del príncipe Charles antes de su matrimonio. Al día siguiente se celebrarían las nupcias con la noble Margaret del Sacro Imperio Romano, el país colindante; el baile también servía de celebración por este acontecimiento.
Esta sería la última oportunidad que tendrían para aproximarse a él sin dejar ver sus auténticas intenciones. De dejarla pasar, puede que no tuvieran una segunda oportunidad para cumplir su objetivo.
—Me pregunto si ir con ese espíritu de lucha no provocará ningún fallo, eh.
Queriendo tranquilizar a Rizal, cuyo rostro cruzaba una mueca, Cendrillon le acarició sus cabellos rubios.
— Rizal, seguro que tú lo haces perfectamente, ya verás. Soy yo la que no está segura de poder hacerlo bien.
— Yo me ocuparé de encontrar al príncipe por usted. Déjelo en mis manos, princesa Cendrillon.
Con una amplia sonrisa, Rizal se dirigió a ella de acuerdo al “guion”.
Desde el asiento del cochero no salió ni una sola palabra.
Si alzabas la vista al techo descubierto del carruaje, el dosel que lo decoraba resplandecía bajo la luz de la luna, ocupando todo tu campo de visión. El radio de curvatura del cuerpo del vehículo, circular y dibujando una pequeña elipsis, sugería un estilo completamente novedoso con claras influencias renacentistas; ciertamente, todo el lujo y ornamentación en los que la princesa de un reino podría viajar estaban presentes. Los espacios que pudieran hallarse en el armazón que componía el cuerpo del carruaje estaban repletos de relieves de oro, y su forma recordaba a la de una calabaza.
El interior, por supuesto también era todo esplendor: con una decoración interior de terciopelo rojo, dando al espacio un toque de pomposidad con el uso de plumas y lana; para evitar el moho y los ácaros, se habían esparcido por el lugar pequeñas esquirlas de cedro. El suelo y las paredes de la cabina habían sido fabricados con roble de hoja perenne, combinado con el nogal que conformaba el revestimiento de los asientos; formaba parte de una planificación en caso de accidente, asegurando la retención. Sin embargo, un carruaje es un carruaje. Y por muchos mecanismos de suspensión que se añadan, los cuales son algo imprescindible, no puede evitar coger todos los baches y huecos del camino. No obstante, aquellos acostumbrados a viajar en carruaje sabrán tener en cuenta esta consideración al hacer la comparación con un carruaje ordinario.
¿Dónde demonios habría conseguido Marlene un carruaje así?
Para Cendrillon, a la que se le había prohibido cuestionar ningún aspecto relacionado con la misión, le resultaba imposible (como es inevitable) no preguntárselo. Pero por supuesto, nunca lo verbalizó; también se sentía perpleja ante la confección del vestido. Siendo como era una huérfana nunca habría esperado, por mucho que fuera por el bien de la misión, tremendo derroche de ostentación.
Marlene la recogió de un callejón de Nápoles. En una noche sin luna, Cendrillon había sido rescatada por Marlene y sus compañeros del ataque de un rufián, y así se convirtió en un miembro más.
— Pero qué cara más bonita tienes. Niña, ¿cuál es tu nombre?
Para una chica que había vivido completamente sola desde siquiera antes de ser consciente del mundo que la rodeaba, no había un nombre; y si alguna vez lo hubo, no lo recordaba.
Al ver que una sacudida de cabeza era toda su respuesta, Marlene dijo:
— Aun con el rostro así de sucio, puedo ver que en tu cabeza todo está en orden; a partir de ahora, te presentarás ante el mundo como Cendrillon.
Y diciendo esto con una amable sonrisa, acarició con dulzura la mejilla de la joven que acababa de recibir un nombre.
Después de aquello, le enseñó muchas cosas.
Que en el mundo existía la maldad, que galopaba rampante por él. Que los compañeros de Marlene se entregaban en cuerpo y alma, cada día, en el estudio sobre cómo destruir esa maldad, que para corregir ese lado oscuro del mundo se hacían pasar por gente mundana. Que la única persona en la que podía confiar era en sí misma.
Todo lo necesario para su supervivencia, y todo lo necesario para las actividades de Marlene y los suyos, le fueron inculcados.
En pos de obtener un conocimiento y cultura que pudiera rivalizar con los de los hijos de familias acaudaladas, se le fue asignado un tutor personal. Los modales necesarios para salir a cenar con un noble, o los pasos para danzar cualquier tipo de baile en una fiesta; se le instruyó en cada enseñanza.
Y además, la más importante de todas… el asesinato.
Empezando por los puntos vitales de un ser humano, técnicas para reducir un objetivo rápida y silenciosamente, y métodos para neutralizarlo y cómo asegurarse de ello. Fue entrenada en el arte de suprimir los sentimientos y tener control total sobre la vida y la muerte, en no temer a la muerte de las personas, e instruida profundamente en el aroma de la muerte.
Cendrillon superó los límites de cuanto pudo pulir para satisfacer a Marlene.
Se transformó, en pos de pagar la deuda que generó con ella por haberla acogido; no tenía razón alguna para cuestionar nada.
Pero era inevitable que, la primera vez que mató a un hombre, ante el olor crudo del hierro y ante la consumación de la vida, terminase vomitando. Cendrillon aún tenía diez años. Aún era demasiado joven cuando se adentró en el mundo de las sombras.
Sin embargo, tras seis años pasando cada uno de los días mano a mano con la muerte, se transformó por completo en una auténtica máquina de matar, una sombra asesina de lo que alguna vez fue su humanidad.
Es inusual que se vea tan inmersa en sus emociones; algo le pasa en la cabeza, se mofa Cendrillon de sí misma.
Cuando esta misión haya acabado, será su muerte. Cuando se habla de que la gente que va a morir recuerda su pasado, ¿se habla también de si tiene algún significado? Dicen que si estás al borde de la muerte lo ves pasar ante ti, ¿será que esto es algo parecido? Casi como una preparación antes de morir.
Fuera un éxito o un fracaso, se le fue ordenado entregar su propia vida. Si en esta ocasión descubrían su identidad, siendo que su objetivo pertenecía a la realeza, conllevaría problemas graves para Marlene y los demás. Así que así le ordenaron esta vez, dada la importancia de la situación. Si todo era un éxito, significaría un paso adelante para el objetivo de Marlene y los suyos.
No le tenía miedo a morir. El hedor de los cadáveres se había arraigado de forma tan intensa en todo su cuerpo… Y de este hedor también estaban impregnados Sully y Rizal. Asesinos que no podían recordar a todos los que les han manchado, pero que con total seguridad, ni aun contando con los dedos de ambas manos y ambos pies de tres personas diferentes, tres personas cada uno, tendrían suficiente.
Lo último que recordó Cendrillon fue a Marlene, rompiendo el silencio: “Hasta ahora, te has esforzado muchísimo por mí”.
— El hombre que deseo sea tu último objetivo es… el príncipe Charles.
Se sentía avergonzada de su reacción, de cómo sus cejas se alzaron levemente ante la magnitud de la situación. A Marlene tampoco se le escapó el movimiento de sus cejas, y continuó:
— Confío plenamente en que conseguirás que la misión sea un completo éxito, mi adorable Cindy.
Acarició su mejilla con aquella amable sonrisa que una vez vio en un callejón de Nápoles.
Antes de darse cuenta, ya había escapado de su breve sueño, y al fijarse en la dirección del camino, la sombra de las murallas del castillo se iba haciendo gradualmente más grande, más imponente.
— Ya se ve.
— Casi llegamos.
Sully y Rizal lo anunciaron. Puede que no la llegada al castillo, sino la hora de la muerte de Cendrillon.
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