La habitación estaba llena de costosos muebles de estilo adamesco, pero todo era antiguo y desgastado. El dueño de la mansión se sentó en el sillón más lujoso, frunció el ceño y levantó la vista de su periódico hacia la ventana detrás de él.
—La luna llena de hoy es más hermosa que nunca... Me siento como si la diosa de la luna misma nos estuviera visitando.
—Vaya, se ha hecho muy tarde. Hay que preparar la cena ya.
La mujer del dueño estaba sentada en el sillón de enfrente, bebiendo té. Levantándose, se dirigió a la ventana detrás de él y, echando un vago vistazo hacia el profundo bosque más allá de la casa, buscando o no algo en concreto, cerró suavemente la ventana.
—El viento es húmedo... Los martines pescadores han estado piando todo el día. Es como la última vez que hubo tormenta, también se pusieron a cantar como locos...
El tramoyista Mayu se paró detrás de la ventana de cartón pluma por detrás y accionó un gran ventilador que poco a poco creó viento artificial, agitando las cortinas. Al verlas ondeando, la señora se dirigió a la otra ventana y la cerró con fuerza.
La criada apareció por una puerta en la parte derecha del escenario sosteniendo una bandeja. Procedió a la mesa frente a ella, y volvió a llenar las tazas de té vacías una por una.
—El tiempo era tan agradable hasta hace un momento. ¡Y encima pulí estas ventanas hasta que brillaron hoy! ¡Qué pena que se hayan vuelto a ensuciar!
Habló en un tono muy alegre, en contraste con su aparente pena.
—Cierre todas las ventanas alrededor de la mansión, y asegúrese de echar la llave. Podría haber una tormenta esta noche.
—¡De acuerdo, señor!
En el momento en que el maestro habló de la «tormenta», dos muñecos perfectamente colocados sobre uno de los sofás se movieron como si acabaran de despertar de un sueño profundo.
Rin y Len, que hacían el papel de muñecos, eran ambos de unos 5 pies y 3 pulgadas, con el pelo rubio, los ojos azules, y los rasgos faciales tan bien hechos que realmente podrían pasar por muñecos. Aun así, eran demasiado grandes para ser muñecos de tamaño natural, por eso todo el conjunto empleaba el truco de la perspectiva; cuanto más atrás está un actor, más pequeño parece. Rin y Len siempre estaban en la parte posterior, por lo que desde el público parecían más pequeños de lo que eran.
—¡Ja-jaja-ja-jaja! ¿Una tor-menta? ¡Cuánto tiem-po sin llo-ver!
—Cier-to... ¡Ja-jaja-ja!
—Ah, se han despertado.
—¡Buenos días, se-ño-ra!
—¡Bue-nos días, seño-ra! ¿Va a ha-ber una tor-men-ta? ¿De ver-dad?
—Bueno, no lo sabremos hasta dentro de un rato. Nadie sabe lo que puede llegar a ocurrir, ¿no?
—Oh, qué aburrimiento. Padre, si has terminado de leer el periódico, ¿me lo puedes pasar?
—Está bien.
La señorita, la hija de la familia, tendida en uno de los sofás de tres plazas en el lado opuesto al de los muñecos, alargó un brazo hasta la mesa para coger el periódico que el señor había dejado allí. Comenzó a leerlo con la mirada apagada. Poco después, algo despertó su interés.
—¡¿Qué es esto?! ¿Un incidente de asesinato...? No me imaginaba que vivir aquí fuera peligroso. El pueblo de Nemo, eso está justo al otro lado del bosque, ¿no es así? Un pueblo tranquilo como ese... ¿Será cierto? Vamos a ver, el asesino mató a ocho personas con un cuchillo... Ehm... ¿Cómo se lee esto? Qué nombre tan extraño... Dice que el asesino escapó con el arma del crimen, y todavía está por ahí. ¡Qué espantoso!
—Es natural que haya sucesos peligrosos donde la gente se reúne. Es un día como cualquier otro.
—Pero, padre... ¿Por qué pasan estas cosas? Normalmente no me importa que mueran personas que no conozco. Sin embargo, ¿por qué el simple hecho de saber que sucedió en un pueblo que por casualidad conozco...? De hecho, uno muy cerca de aquí, ¿provoca en mí tanto miedo...? O más bien... tanta emoción.
Fue verdaderamente fascinante. Luka arrojó el periódico al suelo y, con una leve sonrisa en los labios, bajó las cejas y habló como si estuviera confesando su amor a alguien. Incluso desde el escenario, podía oírse la atención del público dejando escapar suspiros ante su gran encanto. En ese momento, no podían apartar sus miradas de ella.
—¿La tor-men-ta llegará al bos-que?
La muñeca saltó sentada en el sofá frente a la señora —conservando su posición— tan excitada como un niño con un juguete nuevo. El mayordomo habló mientras pulía una escultura de un caballo en la repisa de la chimenea.
—La tormenta, no sé, pero tal vez haya un incidente. De hecho, la luna está extrañamente roja esta noche, y brilla misteriosamente. Tengo la sensación de que algo va a pasar. Algo no va bien...
—¡Es alarmante!
La problemática criada se manifestó, siempre que había un incidente hacía una montaña de un grano de arena. Con tres tazas de té vacías en su bandeja, se acercó al mayordomo y, con la voz llena de emoción y anticipación, continuó en un tono cada vez más dramático.
—En un bosque extrañamente iluminado por la luna llena... Los pájaros graznan temiendo algo, y la gente avecina los signos de una tormenta. En un pueblo rural cercano, ¡un insólito caso de asesinatos en serie! ¿Podría ser todo una coincidencia...? No, algo terrible se está cociendo. ¿Es el deseo decadente del crepúsculo? ¿Habrán llegado los hilos del destino hasta esta mansión aburrida, deseando que pase algo extraño? Un vampiro que vaga en busca de sangre... Un hombre lobo transformado bajo esta luna llena y enseñando los colmillos... El monstruo de Frankenstein, que sin hacer ruido se arrastra por encima de su tumba... Sí, cuando se producen incidentes, siempre hay...
—Un huésped no invitado.
*TOC TOC TOC*
Tan pronto como el mayordomo habló, resonó el sonido de alguien picando en la puerta principal. El recibidor estaba a la izquierda del escenario. El público podía ver más allá de las puertas y, por lo tanto, vio la mano de alguien en el picaporte. El séptimo en escena al instante se volvió hacia la puerta de un salto.
—¿Ha sido el viento...?
El mayordomo salió de la sala de estar y se dirigió hacia la entrada. Detrás de la ventana, el tramoyista Mayu seguía haciendo soplar viento con fuerza, constantemente.
*TOC TOC TOC* El golpeteo en la puerta resonó más fuerte que antes.
—¿Quién podría ser, tan tarde en la noche...?
El mayordomo se acercó lentamente, y abrió la puerta con un movimiento cauteloso.
La puerta se abrió con un largo crujido. Todo el conjunto de mansión estaba totalmente equipado con antiguos accesorios y muebles de alta calidad, pero las puertas delanteras dobles en particular estaban tan podridas y oxidadas que parecían estar a punto de caer en cualquier momento. De hecho, los ambientadores las habían hecho con madera podrida. Afuera, en la puerta lateral del escenario, a punto de entrar en la mansión en esa noche siniestra, había un visitante misterioso.
—Buenas noches... Siento molestar a estas horas.
En ese momento, un trueno rugió desde el techo por encima de la audiencia, lo suficientemente fuerte como para sacudir la parte superior de sus cabezas. Por un momento, las luces mínimas de escenario se apagaron, y se vio un rayo de luz a través de las ventanas. La sincronización perfecta de la iluminación y la acústica añadió un miedo espantoso a la presencia en escena de la entrada de la visitante enigmática. El público contuvo la respiración, esperando la siguiente palabra de la chica.
Tomé una bocanada de aire profunda y cerré los ojos. Detrás de mis párpados, me imaginaba a otra yo. Ella caminaba sola por el profundo y oscuro bosque... De repente, llegó a una mansión antigua. Se había perdido en ese bosque por pura casualidad en esa noche que amenazaba con lluvia; era una simple aldeana. Ah, qué frío... La lluvia comenzó a caer... Abrí los ojos.
—Um... Si... Si les parece bien, ¿me darían permiso para permanecer aquí por esta noche? Parece que me perdí caminando en el bosque...
—Menudo contratiempo...
El mayordomo rápidamente giró la cabeza hacia la puerta todavía abierta entre el vestíbulo y la sala de estar, mirando a su señor. ¿Qué hago?, le preguntó con la cara.
El señor cerró los ojos y pensó. Abriéndolos de nuevo, asintió muy ligeramente.
—De hecho, tiene que ser peligroso andar por ahí sola tan tarde por la noche, ¿no? Por favor, pase.
—Gracias.
La chica entró en la mansión y, con otro fuerte crujido, cerró el viejo cancel. Procediendo a través del vestíbulo de entrada, los dos entraron en la sala, donde se encontraban los demás.
Las luces se apagaron.
—Hacía frío afuera, ¿verdad? ¡Deje que le sirva un poco de té! ¡Va a hacerla entrar en calor!
La criada sirvió té con leche a la invitada en la hermosa mesita delante de la chimenea crepitante. Ella tomó con nerviosismo la taza de té, dándole las gracias, y poco a poco se la bebió. El rico aroma a flores y el dulzor suave del té pasó a través de su nariz y, después de un sorbo, suspiró de felicidad.
—Delicioso... —comentó con los ojos cerrados. Perdida en el bosque, incapaz de llegar a casa, la chica había encontrado por fin un lugar donde pasar la noche; su alivio era evidente cuando la palabra resonó en la sala.
—El té de nuestra sirvienta es verdaderamente excepcional. Consigue calmar tu corazón, ¿no es así?
—Por cierto, no hemos oído su nombre, señorita.
Los ojos de la aldeana se abrieron en reacción a las palabras del señor.
—¿Tengo que decírselo...?
Ella arrugó la frente, parecía estar a punto de romper llorar en cualquier momento, como pensando en los recuerdos de un pasado trágicamente doloroso. Al verla, el señor permaneció en silencio, y la miró con recelo. Como el silencio persistía, los otros presentes se limitaron a observar la interacción entre los dos.
—Está bien... No fue mi intención recordarle algo doloroso. No le iba a obligar a decirlo. Solo quería... saber cómo debía dirigirme a usted.
—...
La chica se mantuvo en silencio, todavía apenada. Esta vez, los gemelos muñecos, moviéndose de forma no natural, se acercaron a la forastera y se puso delante de ella.
—Oye, es-cu-cha, ¡he te-nido una gran idea! —dijo la muñeca, extendiendo los brazos.
—¡OH! ¡Di! ¿En qué has pen-sa-do? —el muñeco intervino con una buena sincronización.
—¡¿Mu... Mu... Muñecos?!
—¡Bien-ve-ni-da!
—¡A nues-tra man-sión encantada!
La boca de la muchacha se abrió de la sorpresa al ver esos dos muñecos vivientes.
—¡Eso es! ¡En-can-ta-da de conocerte!
—¿Pueden... hablar...?
—¡Por su-pues-to! Somos mu-ñe-cos, ¡pero estamos vi-vi-tos y coleantes! ¡Ja-jaja-ja-jaja!
—¡Así es! En es-ta man-sión incluso los mu-ñe-cos pue-den ha-blar si lo desean! ¡Ja-jaja-ja-jaja!
Los muñecos se movían y hablaban. Al ver esa escena totalmente antinatural, la cara de la forastera se llenó de miedo, y se estremeció. El señor se explicó sin vacilar.
—Heredé estos muñecos gemelos junto con la mansión de mi abuelo. ¿Sabe usted la leyenda de la bruja que vivía en estos bosques? Se dice que estas criaturas eran sus creaciones. Esta tierra ha sido propiedad de mi familia durante generaciones. Cuando mi bisabuelo pasó el título a mi abuelo, que recibió esta mansión para usarla como una villa, estos muñecos ya existían... Yo también me asombré mucho al principio, pero no son malos. Les encanta hacer bromas, pero tienen almas buenas y honestas. Aunque supongo que es normal que se sorprenda. Por favor, no tenga miedo.
—Lo siento... Nunca había visto nada como esto... Um... Lo siento.
La chica se disculpó, sin dejar de mirar a los muñecos.
—¡Nosotros te per-do-na-mos! ¡Por-que los muñecos es-tán hechos para ser agradables pa-ra los hu-ma-nos!
—So-mos muñecos, pero nos mo-ve-mos, y ha-bla-mos, ¡e incluso comemos! Oh, ¡pero no po-de-mos ir al ba-ño! ¿Por qué se-rá? Porque... ¡Somos muñecos! ¡Ja-jaja-ja-jaja!
Aún abrumada por el enrarecimiento de los muñecos vivientes y parlantes, la chica seguía escuchando con la esperanza de comprender lo más mínimo su existencia.
—¡Pero ol-vi-da eso! ¿En qué habías pen-sa-do?
—¡Si es-ta chica no nos di-ce su nom-bre, no-so-tros tampoco le va-mos a de-cir el nues-tro!
—¡Ja-jaja-ja, ya veo! ¡No po-de-mos ser amigos si no sa-be-mos su nom-bre!
El muñeco se quedó mirando a la forastera de un modo evaluador, como un cliente tratando de decidir qué artículo comprará en el mostrador de una tienda.
—¡Pero po-de-mos llevarnos bien aun sin sa-ber su nom-bre! ¡El otro día leí un li-bro que de-cía que las fies-tas son más di-ver-ti-das cuando no co-no-ces a nadie!
—¿Fiestas?
—¡Sí, fies-tas en que na-die reconoce a na-die!
—¿Te refieres a... un baile de máscaras? —preguntó el mayordomo, llevándose la mano izquierda al mentón.
—¡Bin-go! ¡Co-rrec-to!
—Hmm. Podría ser divertido.
La señora sonrió y miró a la aldeana. La sirvienta hizo una ronda rellenando las tazas de todos y habló con excitación.
—No creo que hagamos un baile de máscaras, pero será como si lo fuera, en el sentido de no conocernos entre nosotros y acabar toda la noche en vela... ¡Parece incluso más divertido que una fiesta normal! Y tal vez pueda pasar algo..."
—¿Una fiesta donde ella es la estrella...? Nadie sabe su nombre, y ella no sabe nada de nosotros. Parece bastante interesante.
—Sí, muy interesante. ¿Y supongo que habrá bebida?
—¡Voto a favor de eso!
—¡Hurra! ¡Podemos beber vino!
—¡Viva! ¡Ja-jaja-ja-jaja!
El señor parecía estar a favor de la sugerencia de la sirvienta, y la señora emitió su aprobación. Incluso los gemelos muñecos parecían deseosos de participar en la fiesta.
—¿Uh? ¿Realmente van a celebrar una fiesta solo para mí...?
—No es ninguna molestia. No es para usted, sino para nosotros también. Después de todo... ¡estamos muy aburridos!
—¿Aburridos...?
—¡Hemos estado esperando una oportunidad como esta para disipar nuestro aburrimiento! O mejor dicho, ¡a alguien que lo hiciera!
—Daremos con mucho gusto la bienvenida a cualquier persona que pueda eliminar el aburrimiento de nuestras vidas. Ya se trate de un vampiro chupasangre, un hombre lobo transformado por la luna llena, o un monstruo de Frankenstein levantándose de la tumba... o una huésped sin nombre ni invitación reacia a dar información personal.
—Una huésped no invitada... —la chica bajó la cabeza, mirando confundida hacia otro lado.
—Díganos, ¿por qué estaba caminando por el bosque a estas horas de la noche? —preguntó la señora con una mirada de curiosidad— Incluso para alguien de aquí, sin duda es peligroso andar por ahí sola.
La chica alargó la mano hasta su bolsillo izquierdo de la falda para coger un sobre blanco que llevaba con la mitad sobresaliendo. Volviendo poco a poco la cabeza para mirar a cada uno de los siete presentes, finalmente solo les dijo:
—Me perdí de camino a casa.
La dama parecía estar satisfecha con la respuesta, cortando la conversación con un:
—Hmpf.
—Por cierto, ¿de dónde viene? Puede decírnoslo, ¿verdad?
—Um... del pueblo de Nemo, justo al este de este bosque.
Cuando la aldeana pronunció el nombre de su pueblo, los de estancia la miraron con desconcierto.
—Ya veo... En ese caso, la llamaremos Pueblerina. ¿Está bien?
—¡Sí...! No me importa.
—Usted puede llamarnos como quiera. Creo que las relaciones entre nosotros deben ser algo evidentes por la apariencia.
—¿Di... Dijo que vino del pueblo de Nemo... ¿Es usted...?
—¿Hm...?
La chica le devolvió la mirada a la señorita cuando ella le preguntó eso.
—No... No es nada.
Rápidamente se levantó de la silla y salió de la sala de estar.
—Mm, esto es... una mansión un tanto peculiar, ¿verdad? Cuando la vi desde fuera, no había luces encendidas, y pensé que nadie vivía aquí. La puerta principal también estaba tan dejada que... Pero por dentro es maravillosa.
—No eres quién pa-ra ha-blar, ¿no?
—¡Eso, eso! ¡Es muy ra-ro te-ner-te en una fiesta sin sa-ber na-da de ti!
—La gente solo se reúne en este salón durante el día, así que no solemos encender la luz. Una vez que cae la noche, todos cenamos tranquilamente en el comedor de al lado. Hay mucha más iluminación allí. Voy a preparar el vino.
El mayordomo intercambió algunas palabras con su amo y se fue por la puerta de la entrada.
—Esta noche se ha vuelto un poco extraña, ¿eh?
—¿Qué...?
—Estábamos hablando de ello justo antes de su llegada. La luna llena, los signos de una tormenta, y un grave incidente en un pueblo cercano. Pensamos que estaba sucediendo algo raro aquí, en esta mansión.
La criada se llevó las manos al pecho, sus ojos entraron en trance.
—Yo...
—Oh, siempre hace lo mismo, trata de convertirlo todo en un drama. ¡No preocupe a nuestra invitada con este tipo de presagios! ¿Qué vamos a hacer si algo realmente ocurre...?
La señora reprendió suavemente la criada sobreexcitada. Pero incluso con la voz leve y suave, había una evidente pizca de anticipación en sus palabras.
—Venga, cálmese, no monte un alboroto. Vaya a ayudar a la criada, es todo un esfuerzo cerrar todas las ventanas en una mansión tan grande como esta. Una vez que hayan terminado, hagan los preparativos para la cena.
El señor de inmediato comenzó a dar órdenes a todo el mundo.
—Oh, por favor, déjeme ayudar también. Si quieren cerrar todas las ventanas, cuanto más gente mejor, ¿no? Ya ha empezado a llover... Hay que darse prisa.
Todos los presentes se volvieron hacia las ventanas. Efectivamente, había comenzado a llover afuera. La llovizna resonaba contra los cristales, y las ramas de los árboles estaban mojadas.
—Entonces vaya ayudar a la criada. Comiencen con las ventanas del pasillo sur del primer piso.
Las luces se apagan. El escenario cambia: vestíbulo, sala de estar, comedor y escaleras.
Con un brindis, un aire calmado pero animado llenó el comedor. Apelotonados alrededor de la gran oblonga mesa con comida, todo el mundo tomó un sorbo de sus copas de vino. Algunos se pusieron a conversar alegremente, o comenzaron a cantar, otros se levantaron de sus asientos y empezaron a bailar, creando un escándalo constante.
La campesina no podía ocultar su asombro al verlos disfrutando así. La forma en la que se habían comportado en la sala de estar dio un vuelco de 180 grados. Ella los miraba sin comprenderlo.
La muñeca pronto se dio cuenta y se acercó a ella con desenvoltura. Con sus movimientos de muñeca restrictivos, puso en movimiento todo su pequeño cuerpo como si fuera un baile. Al final, enderezó su vestido y se inclinó formando una pequeña reverencia, que le valió el aplauso de la chica. Encantada de ver aquello, la muñeca tomó la mano de la aldeana y le introdujo en el círculo, instándole a disfrutar de la fiesta con los demás.
La señora estaba haciendo alarde de su amor sin par a la cerveza —bebía directamente de la botella, sin molestarse en ir a por un vaso— y comenzó un concurso de bebida con la señorita. El maestro se sentó en su asiento cortésmente a corta distancia, suspirando mientras las miraba.
A medida que la criada retiraba los platos vacíos, iba cogiendo color en las mejillas, ya que disfrutaba de la fiesta al máximo. El mayordomo iba moviéndose alrededor rellenando las copas de vino y pronto todo el mundo se enredaba con él. Su rostro parecía gravemente preocupado por no cumplir con su deber.
De pronto, el muñeco comenzó a tocar un laúd mientras la muñeca bailaba a su son. Todo el mundo parecía conocer la canción, la señora y la señorita se sumaron a la danza después de terminar su duelo. El tempo de la canción iba aumentando gradualmente, y las tres cantantes bailaban a su ritmo. El señor solo daba golpecitos con los pies, hasta que se puso de pie, tomó las manos de las damas y se unió al baile.
La muñeca hizo una seña a los demás, invitándoles al vestíbulo, y todo el mundo procedió hacia allí aún cantando y bailando. Se dirigió al piano y comenzó a acompañar de un modo magistral e inimaginable, por su pequeño cuerpo de muñeca. El muñeco se acercó a ella, le guiñó un ojo y siguió tocando el laúd esta vez en segundo plano.
Durante todo ese tiempo, no hubo ni la más mínima interrupción en la canción o la danza, el ritmo de la música seguía aumentando, y la intensidad subía más y más. Incluso el mayordomo y la criada habían abandonado sus puestos de trabajo para unirse al baile. Todos miraban hacia la campesina, que estaba embelesada viendo la maravillosa actuación espontánea sin palabras. Por un momento, los siete se detuvieron. Y entonces...
La aldeana que había permanecido en la esquina del comedor sonrió, como un aventurero invitado a un paraíso inexplorado, y procedió hacia el centro. La alegre improvisación de notas tocadas en el piano y el laúd restableció su tempo, y los habitantes de la mansión comenzaron a bailar de nuevo, haciendo señas a la chica que se acercaba al centro de la sala de estar.
Bailando hacia el centro del escenario, la protagonista estaba representando el punto culminante de esa maravillosa fiesta bulliciosa. El público estaba fascinado por las líneas que recitaban una tras otra entre los espacios de la canción; no se les daba tiempo ni de respirar.
Nunca había experimentado una celebración tan maravillosa, alegre y de ensueño antes...
Los sentimientos de la aldeana y de Miku estaban en perfecta sincronía. Como una marioneta movida por hilos divinos, se movía con agilidad, y derramaba cruda alegría. La huésped no invitada se había, en un instante, fundido con los habitantes de la mansión, se había olvidado del paso del tiempo, y había sido absorbida por la animada fiesta. En el clímax de la canción, todo el mundo tomó una pose final y se paró.
—¡Oh, qué noche tan magnífica! Ojalá este momento pudiese durar para siempre...
Era el punto de inflexión de la obra: la línea fundamental de la protagonista que introducía el tema. Pero Miku estaba tan absorta en "ser una aldeana" que olvidó su posición como actriz, se dejó llevar por la exaltación del momento y pronunció su línea demasiado pronto. Como resultado, se detuvo un paso antes de donde debería haber estado de pie, y cuando gesticuló con la mano izquierda golpeó con fuerza en algo.
Con un fuerte sonido de golpear el metal de metal, las manecillas del reloj colocados en el centro de la habitación se deslizaron fuera, rebotó en el suelo de madera dura, y girando en torno a dos o tres veces, llegaron a la parte delantera del escenario y se detuvieron.
Se sentía como si la escena, en ese momento, se alejase de la realidad y se detuviese en el tiempo. Un extraño silencio. La aldeana, con los ojos y la boca abierta, una mezcla de éxtasis y la locura en su rostro, no podía mover un músculo. Eso no estaba en el guión. Fue puro accidente. La situación en que el reloj se rompiera con una fuerte sonoridad era inexistente en el final del acto.
La había hecho buena...
Mi cerebro se quedó en blanco. Había roto el reloj del decorado, despegado sus manecillas. ¿Cómo íbamos a poder terminar el acto de hoy...? Mi mente trató desesperadamente de pensar, pero mi cuerpo estaba rechazando cualquier movimiento. Lo más probable es que estuviese ocupado haciendo todo lo posible para mantenerme a mí misma temblando de miedo. En medio del profundo silencio, un segundo de tiempo real parecía que podría haber sido un minuto o una hora.
—Oh-Ohh... Rom-pis-te el re-loj...
Len rescató la situación. Con juicio rápido, se le ocurrió una línea improvisada que el gracioso muñeco podría decir.
—¡Oh no, oh no! ¡El tiempo se ha de-te-ni-do! ¡Lo ha di-cho! ¡Ojalá es-te mo-men-to pu-die-se durar para siempre! ¡El re-loj de-bió de es-cu-char tu deseo! ¡Aja-jaja-jaj!
Rin continuó, de forma rápida y brillante atando el reloj roto con la línea de la aldeana de "ojalá este momento pudiese durar para siempre."
Rápidamente dejó que el público conociera la situación en la obra, al hacerlo con los muñecos vivientes, que eran unos personajes espeluznantes, el curso cambió inmediatamente al concluir la maravillosa y viva fiesta, y volver a la noche misteriosa del principio del acto. Al ver este cambio extraño e instantáneo en escena, el público, sin duda, quedó lleno de expectación, muriendo por saber lo que sucedería en el segundo acto. Estos dos realmente eran prodigios.
Los otros siguieron la corriente a los gemelos y se atrevieron a probar con sus propias improvisaciones, terminando con el señor atando naturalmente el final del primer acto. Yo di un suspiro mental de alivio mientras veía sus actuaciones en silencio.
Después del último milagroso seguimiento del maestro, el tramoyista Mayu determinó que su línea significaba el final del acto y comenzó a bajar la cortina. Esta fue mi señal como protagonista para terminar el primer acto.
Mientras todo el mundo salía por las escaleras al segundo piso a la derecha del escenario, dejé que la carta oculta en el bolsillo de mi falda aletease hacia el centro de la escena. Los habitantes de estancia no se dieron cuenta. Todo lo que quedaba en la sala era el reloj roto y la carta dejada caer por la aldeana. Con esta situación tensa e inesperada para el segundo acto, la cortina se cerró rápidamente.
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